-El Autor
Metatron Lounge’s presenta:
Banderazo a la histeria.
Te posas en la esquina de tu cuadra, cuan prostituta matutina esperando ser recogido y re-cogido por algún cliente; sin embargo, en este momento tú no serás el que cobrará por el servicio, al contrario estás esperando para pagar por uno: Un pinche taxi.
Estás ahí paradote, ok, la idea es clara, pero comienzas a sentir que la mañana ya no es tan cálida y que haberle hecho caso al pendejo del reporte del tiempo no fue tan buena idea, pues como que por ahí hay unas nubes que están tapando al señor Sol. Pero no hay pedo, de reojo checas tu reloj y te percatas de que llevas quince minutotes de ventaja para llegar a la chamba, así que procuras bloquear todas tus ideas negativas y concentrarte en capturar un escurridizo taxi.
Miras el otro lado de la avenida y miras como pasan; no uno, ni dos, ni tres taxis, pasan a cada rato y un chingo, pero no hay pedo, tratas de ver el lado positivo de las cosas... de los siete que acaban de pasar cuatro iban ocupados, así que no te haz perdido de tanto.
El tiempo al igual que ‘la calaca’, no espera a nadie, su paso comienza a notarse en tu reloj, donde ya nomás quedan cinco minutitos de ventaja, y esto hace que te des cuenta de que Murphy es un hijo de puta y le encanta verte sufrir, pero justo cuando estás a punto de mentále la madre al tal Murphy, un Tsuru rojo, hasta eso, no tan dado al traste, se digna a hacer acto de presencia y te hace la parada.
Ni tardo ni perezoso te trepas y nuevamente, tu día parece ir por buen camino.
¿Señor?, chale, si hasta me afeité para verme menos puteado, ¿o qué?, ¿hoy en día cualquier pelagatos con saco y corbata es señor?, pero bueeeno, juguemos al señor, así sirve que con el respeto que normalmente se le da a alguien considerado “señor” no me molestas en todo el viaje, okey, ta’ bueno. Le das la dirección de tu chamba, te acomodas en el asiento delantero, el cual, por algún extraño motivo siempre está hasta adelante como si todos los que se subieran en ese lugar fueran de la talla de Nelson Ned. Te pones tu cinturón de seguridad y comienzas a revisar tu correo.
Mta la grandísima... en primera: decídase, ¿joven o señor? Y en segunda, es muy mi puto pedo si me pongo el cinturón o no... además, no es tanto que desconfíe de sus habilidades, es una simple precaución, pero va, es más, creo que usted también debería ponérselo. Como sea, te ahorras el comentario, te abrochas el cinturón y le das el avión, sabes que ese tipo de pláticas pueden arruinar tu día y eso es lo que menos quieres, sigues checando tu correspondencia.
Órale, mucha atención en el copiloto y poca en el camino... ¡cabrón!, enfócate a lo que tienes que hacer y mira al frente, por otro lado, ¿nunca habías escuchado que la correspondencia es privada?. Invariablemente, andar papaloteando con tus cartas, provoca que el pendejete éste se pase una calle donde tenía que dar vuelta, y tú, como buen ser humano que obedece a una rutina, no sabe que hacer al romperse la mencionada. Tratas de mirar al taxista con enojo, pero tu cerebro está confudido, no sabe qué orden darle a tus ojos, por un lado están los ojos de "pendejo, te pasaste una calle” y por otro lado están los ojos de "te vale verga mi correspondencia”, situación que te obliga a sacar tu comodín y mirar hacia el cielo con los ojos de "ya valió madres esto”.
¿Preocupado yo?, ¡’nombre!.. estaría preocupado si no supiera lo que acarrea haberme subido con un pendejo mirón que se pasó una calle y no tiene ni puta idea de cómo regresar al circuito, pero como sé lo que pasa, estoy que me lleva la chingada. El taxista, que ahora ya se ganó el nombre oficial de "pendejo" se para al lado de un puesto de periódicos y pregunta cómo regresar al circuito, desafortunadamente para ti, el nativus voceadorus, te da una indicación tan amplia de cómo salir y te da tantas opciones para hacerlo que nomás te hace bolas. Miras con esperanza al pendejo esperando ver un gesto de comprensión ante las complicadas instrucciones dadas por el vendedor de revistas, pero te encuentras con un espejo, el pinche mono está igual o más desconcertado que tú.
¿Cre-o?, a ver... ese cre-o, no me sonó muy alentador que digamos, es más, cre-o, que ya estoy más jodido que la gran puta madre de las putas. Aquí es donde comienzas a pensar que sería una muy buena idea dejar este taxi y abordar otro que, con un poco de suerte, sabrá llevarte a tu trabajo, pero miras el rumbo y se ve casi tan desolado como un escenario western durante la batalla final entre el sherif y el vaquero vestido de negro. Tras un par de viradas del taxista, que te llevan a ningún lado te das cuenta de tres cosas: Ya se está haciendo tarde, el cielo se está nublando y que esa pinche roca en la calle ya la habías visto...
¡Pooota madre!, lo que faltaba, una deliciosa, productiva y enriquecedora plática de política con un chafirete, a huevo, lo único más clásico que esto es escuchar “Luke I am your father” en una convención de Star Wars. Para ahorrarte de pedos aplicas el “yo saqué mi credencial para votar sólo para cobrar mis cheques” y te concentras en tu correspondencia... ¡hey! ¡He sido seleccionado, nuevamente, para entrar a una rifa y ganar un coche con el Reader’s Digest!, sí, lo sé, es patético, pero prefiero leer propaganda a granel a escuchar las pendejadas del este cabrón, porque seguramente si le doy cuerda no tardará ni un segundo en mencionar a Bejarano.
No sé que hago vendiendo gomitas y de creativo de medio tiempo en una empresa... me mato todo el día pensando, peleando con un teclado y soportando el tedio de una oficina cuando mis poderes psíquicos son de lo más acertados. Obviamente no son poderes mentales, es simplemente que viajo mucho en taxi, y como siempre, esta charla caga la madre, así de rápido. Lo bueno es que no me pidió una opinión, así que no tendré que abrir la boca.
¿No te digo? Pinche Walter Mercado maiass... aprovecho para hacer un comentario: Si quieres predecir el futuro nomás trépate a un taxi, checa tu correo, espera a que se pierda, y justo cuando comiencen a caer las primeras gotas de agua sobre el parabrisas indicándote que ya valiste camote por el tráfico que se desatará, tendrás una facilidad extraordinaria para predecir el futuro... ¡me lleva el payaso!, de haber sabido compraba un Melate.
A huevo, digo, si de a dar vueltas lo pendejo sales a muchos lugares, el único problema es el tiempo que te tomará hacerlo, en este caso, tus cinco minutos de ventaja para llegar a tu camba valieron queso hace muchos cinco minutos atrás.
Me cae que este cuate es fino, mira nomás lo educado que es, te pide permiso para ir a tomar gas... ¡genial!, nombre muchacho, si ya te esperé durante tu perdida y ya estoy obligado a esperarte por todo el pinche tráfico que se desatará gracias a la lluvia, de la cual no te culpo... del todo, ¿qué es esperar otro ratito a que tomes gasolina?... nomás que eso sí, en lo que te ponen tu gasolinita yo me paso atrás y no importunarte mientras conduces... hijo de tu re-puta madre... creo que ya comprendí porque el asiento de adelante estaba tan al frente.
1 comentario:
¿Ves? Por eso yo soy alérgica a los taxis. Aunque los tomo un chingo, bah, pero nomás aquí adelantito al metro. Pero es una forma terrible de perder el tiempo: no puedes ponerte tus audífonos porque a lo mejor al güey le da por preguntarte que qué opinas del frío o de Bejarano, y ps qué descortesía. Tampoco puedes ir leyendo porque, en efecto, el pendejo puede irse por otro lado y hay que estar atentos a sus idioteces. Y pa' colmo, sale bien pichi caro.
Por eso: chíquitibumbombita al el metro y los microbuses. O andar a pie, si se puede, qué agradable es.
Oye, y no manches, ¿te hacen ir de traje y corbata al trabajo? No manches. De caer en un trabajo así, me cae que aplicaría la de las secres: llevaría mis tacones en una bolsita, y saliendo, me pondría otra vez mis tenis verdes.
Publicar un comentario