martes, enero 25, 2005

¡Qué me dura la verdura!

Siguiendo con la crítica déspota, grosera y pasada de verga contra los videojugadores, he llegado a una conclusión, simple y contundente. ¡Chiiinguen todos a su madre!

Bueno, no todos los videojugadores, porque de ser así, yo mismo me estaría mandando a la chingada junto con gente que respeto como el buen Huevo, Weymaster y Paquita la del Barrio. Pero en general, todos aquellos que piensen sólo en juegos de video: esperen... olvidé lo que iba a decir... ¿cómo era?.... ¡A sí! ¡Chiiinguen todos a su madre!

¿Por qué tanto enojo en contra de los jugadores? ¡Simple! Me duele verlos, me lastima la lástima que me provocan, es como ver a un perro con la pata herida, pidiendo ayuda, desangrándose, con principios de gangrena, doliéndose... doliéndose mucho, mucho, mucho, pero que cuando uno se acerca a tenderle la mano, a mostrarle el lado de la luz, te suelta santa mordidota....

Pinche metáfora bizarra, admito que pasómeme la mano, pero ustedes, queridos lectores, amantes de la fibra y los carbohidratos, dirán si exagero:

Todo pasó así: Encontrábame yo, muy contento en famosa plaza comercial al norte de la ciudad, esperando para comprar una hamburguesa en el Mac Donald’s... por ahí, la cosa ya empezó mal, aquellos que son fieles visitantes a este blog, sabrán mi concepción de la mencionada marca de comida mierda (nótese que ni siquiera llega a comida chatarra), quien no la conozca, cheque los post anteriores.

Decía yo, estaba esperando a en la fila, cuando tres mocosos, tres pinches infernales, pubertas y hormonalmente asimétricas criaturas se acercaron a mi, gracias a Dios que no fue a hablar conmigo, sólo se acercaron porque (para variar) era el último en la fila.

El olor que despedían es característico en personas que pasan mucho tiempo en el desierto, sudando y cuidando cada gota de agua como si fuera oro. Llega aquí la primera duda: ¿por qué huelen así un montón de adolescentes que viven en la ciudad más grande del mundo?, sabía que hay problemas de drenaje en el norte de la ciudad, pero nunca me imaginé que fueran tan serios...

En fin, el hedor... perdón... el putísimo hedor hijo de su rechingada madre, que no penetraba... cabe aclarar... más bien, violaba mis cavidades nasales, era lo de menos... digo, soy una persona que se sube seguido al metro, entiendo lo que es la falta de bases higiénicas (en todo el esplendor de la palabra) en la familia Mexicana. Lo que ya no aguanté, fue su puta conversación, eso sí, que no tiene ni tantita madre.

Resulta de tal suerte, que no conforme con violarme nasalmente y abrirme un nuevo panorama en lo que a fetichismo se refiere, lo jóvenes comenzaron a violarme intelectualmente.

Antes de dar paso a la interesante plática de estos humanos de-evolucionados, me gustaría dejar claro de qué se tratan los juegos en los cuales, basaron su azaroso discurso.

Dance Dance Revolution y Pump it Up. Estos juegos son unos simuladores de baile, y la cosa está más o menos así: Uno se para frente a una pantalla donde comenzarán a salir un chingoputamadral de flechitas de abajo hacia arriba. La misión de aquel que está frente a la pantalla es coordinar sus patas de tal manera que pise las flecas indicadas antes de que éstas lleguen al punto más alto de la pantalla, ¿cómo sabe la máquina que estás pisando correctamente?, fácil, en la parte baja del mueble del juego, hay unos censores que le indican al juego que tan bien, o mal, lo está haciendo el individuo.

Para todos aquellos que tengan un panorama pequeño, o de plano no les haya quedado muy claro de qué se trata el jueguito, déjenme decirles, que al tener que mover las patas (no las mano como en cualquier otro juego creado por la mano de Dios), el cuerpo se acelera, el ritmo cardiaco aumenta, y la transpiración, hace acto de presencia, abriéndole paso a ese olor a cebollitas con vinagre que tiende a salir del mexicano promedio.

Pero regresemos al tema, pinches chairos (como diría La señora de la oscuridad y el color verde Plaqueta), que además de chairos, son videojugadores, y que además de chairos videojugadores, son chairos videojugadores, bailarines... no mamen, me acaba de llegar una idea, si pudiera regresar al pasado, por ahí de las épocas de las cruzadas, podría venderlos como bufones.

Pero ya, ya estuvo suave, la neta es que le he dado tanta vuelta a todo esto porque en serio, queridos lectores, no quiero contaminarlos con tan vanal charla, es una verdadera mamada, la cual espero estén agradecidos porque fui yo, el que la vivió y no fue ninguno de ustedes...

Ahora, que si su curiosidad es muy grande, pongámoslo de la siguiente manera: Combine usted, a su propia discreción, las siguiente frases y palabras, y obtendrá, mágicamente, una conversación entre tres chairos videojugadores bailarines:

Goey.
Culo de vieja.
Bro.
¡No mames!
‘Vte a la ‘vrga.
No, no, ¡no!
Sí a huevo.
Chale, chale, chale.
Mi ruca.
A que no me ganas.
Presenta.
Pinchi puto.
(Tarareo de rolita popera)
¡Ja!, tu mamá.
La neta te cagaste... te-ca-gas-te.
No, no, pérate.
Otro pedo.
No importa con qué palabra o frase comience usted una conversación, en el lenguaje de chairo videojugador bailaron chorreado (sí, se lo acabo de agregar ¿qué pedo?), tendrá sentido. Cheque usted el siguiente ejemplo:

Mico Balarín #1: Culo de vieja
Mico Balarín #2: Otro pedo.
Mico Balarín #3: Sí, a huevo.
Mico Balarín #1: Goey.
Mico Balarín #2: Presenta.
Mico Balarín #1: Chale, chale, chale.
Mico Balarín #3: No, no pérate.
Mico Balarín #2: La neta te cagaste... te-ca-gas-te.
Mico Balarín #1: ¡Ja!, tu mamá.
Mico Balarín #3: Mi ruca
Mico Balarín #1: No, no, pérate.
Mico Balarín #2: Pinchi puto.
Mico Balarín #3: Sí a huevo.

¿Quiere seguir con esta plática? La verdad yo no, siento cómo mi cerebro se calca contra las paredes craneales.

Al fin, cuando obtuve mi hamburguesa, me dije a mi mismo: “ya tengo algo de estos pendejos dentro de mi: su olor y su conversación, creo que ya hay confianza.” Así que decidí hablarles y les comenté que deberían leer más de vez en cuando, que hacerlo no afecta su ritmo de vidas y que la ruca; de la que hablaron, seguramente encontraría más entretenida una plática de alguien con un mejor tema de conversación más allá de ‘las maquinitas’.


A lo que ellos respondieron: “¡Chinga tu madre!”...

Okey, quiero ser maduro, pero la neta es que no lo soy, soy El Autor y soy un pinche pendejete que sólo sabe cinco palabras más que el pueblerino promedio, por lo tanto sólo diré:

¡Chiiinguen todos a su madre!

-El Autor.


PD: ¡Chiiinguen todos a su madre!


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