lunes, julio 11, 2005

Ojo en el ojo

Miren nomás, en el post pasado, expresé mi agradecimiento a todos aquellos que participan en las encuestas que les pongo, asimismo, siguiendo este mood positivo y complaciente, les presento una nueva entrada en la creciente colección de historias de La vida detrás del mostrador, espero les agrade, y si no, pues ya saben por dónde queda la chingada ¿no?, ahhh, mire, para llegar a la chingada, pregunte por Tumadre, o su capital Tupincheputamadre, ahí, entre las dos, está la chingada.

-El Autor.



Metatron’s Lounge presenta:


“La vida detrás del mostrador”
El médico nazi


A veces, sólo a veces, de hecho casi nunca, los días comienzan mal. Sí, por increíble que pueda parecer, hay días en la vida de un ser humano (no dudo que en la vida de los arenques también), en los que la cosa comienza mal.

No hay felicidad que corretear, tampoco alegría que buscar, ni perfección que olvidar, todo empieza asquerosamente mal, mal, mal, o como se conocen en términos científicos, ‘delagranis chingadis’.

Pero ¿por qué comienza todo tan mal?, ¡simple!, estás enfermo. Pero ¡maestro!, no es cualquier enfermedad, no señor, no es una gripita, digo, eso con un par de Tylenoles, un tequila doble y dormir se pasa. ¿Chorrillo?, ¡ja!, eso deseas, una simple diarrea se cura con Pepto Bismol y una coca-cola de lata con limón; eso sí, la cañería se te tapa mínimo por cinco días, pero si lo vemos desde el lado positivo, ahorras en papel de baño.

¿Salmonelosis?, ¿pulmonía?, ¿sordera post-concierto?, ¿triquinosis?, ¿mal de San Vito?, no, nada es comparable con la horrible enfermedad por la que estás pasando. Es una de esas, que por dos simples razones, no se la deseas ni a tu peor enemigo (bueno, sólo cuando anda con tu ex-novia).

Las razones son las siguientes:

1 En este momento estás sufriendo encabronadamente mucho.
2 Es curable, pero desearías que fuera terminal.

¿Qué es? Una pinche hemorroide, ¡Dios santo!, duele tanto... tan incómodo. ¡Cabrón!, es tan inmundamente horroroso, ¡mi hermano, es una bólada en el ánodo! Y no importa cómo te sientas, la-vas-a-sentir.

Okay, tras una escrupulosa, detalla y está un poco demás decirlo, pero desagradable exploración en la bañera; porque sólo en la bañera se está permitido tocarte el intocable, te das cuenta de que sí, efectivamente, esa bola que tienes en el asterisco es una hemorroide.

Tanto que te reías de esas personas que llevaban su donita a todos lados para sentarte y todo el asco que te provocaban los gráficos anuncios de Nikson están representados en una gran bola de dolor en lo más íntimo de tu ser, ¡es hora de hacer algo al respecto!

Por un momento, sólo por un segundo, la idea de ir con el siempre confiable Doctor Chapatín no es tan mala, después de todo, ese hombre te conoce desde que eres niño, sabe a qué huele tu vómito, ha sido rociado por tus estornudos e incluso, gracias a tu sádica abuela, conoce el agujero en cuestión, dado que siempre que te enfermabas del estómago la santa madre de tu madre te llevaba con él a que te metiera delicioso supositorio sabor vainilla.

Sí, el doctor Chapatín tiene la ventaja de la casa y de conocer al sujeto, pero ¿tendrá la preparación?, no lo creo, además, él te trataba cuando eras niño, ahora ya eres un hombre, con pelos, sí, muchos pelos, que también te salen en ‘el újule’. Por otro lado, el doctor ya está dos-tres rucailo... de hecho está bastante viejo, y lo último que quieres es que alguien con mal pulso te toque el Holliest of the holies, ¿qué tal que te dedea de más y te gusta?, ¡nah!, lo más seguro es que si siente una vibración allá por donde los troncos brincan al lago le revientes un sonoro chingadazo en el cogote.

Definitivamente Chapatín queda descartado, necesitas ayuda de alguien que sepa exactamente cómo ver, lo que se supone, nadie tiene que ver y a su vez, sepa qué hacer. Así que empacas tu cartera, tomas un taxi (ya parece que vas a conducir con el resortito que le salió a asiento) y órale cabrón, al hospital más cercano.

Para al primer Taxi que ves y le pides de la manera más atenta que se diriga al hospital más cercano, de preferencia a uno grandote, tú sabes, para aumentar las posibilidades de encontrar a un especialista en ortos.

-¿Cómo le va joven?, ¿qué me cuenta?

-Fíjate que cuando me levante en la mañana me encontré con una bola en la cola, ¿y tú qué pedo?, ¿alguna bolita nueva en tu cuerpo?
-(frío)Bien.

Afortunadamente, el Taxista comprende que no tienes muchas ganas de hablar con él, eso es bueno, todo el sarcasmo que pudieras ocupar con él te lo guardas para lo que te espera en el hospital.

Pasas por la entrada a emergencias y algo te tienta a decirle al taxista que se detenga, pero luego recapacitas. Es poco probable que alguien te haga caso ahí si no llegas sangrando, o con algún miembro colgando, que en todo caso, dada tu situación, es algo que no deseas.

El Taxi se para frente al edificio de especialidades, el lugar perfecto para gente que necesita un dermatólogo, un ortopedista, o como en tu caso, un hortólogo.

Te acercas a la grandísima lista de médicos residentes que hay en la entrada y buscas algo que te sirva, comienzas con la “P”, ¿proctólogos?... mmm... no, pues no hay... veamos, con la “C”, culitólogos... nope... no hay culitólogos ni nada que se le parezca... ¿anólogos? Nel... no existe tal cosa, ¡chingadamadre!, no hay otra opción, tendrás que preguntar en recepción.

Te acercas al recepcionista, una persona, que para no romper el estándar, parece que tiene uno o dos cromosomas de más, pero no importa, estás desesperado y cualquier ayuda es buena, así que te armas de valor, tragándote todo tu orgullo y como tosiendo, le preguntas al fulanito.

-¿Un proctólogo?... a ver, déjeme ver.

-Órale, seguramente ahora sacará ese diario secreto donde están todos los médicos que se dedican a oscultar esas partes íntimas del cuerpo, mira nomás que primermundista me siento, adoro este sistema.
-Sí, yo me espero.

-(a un policía del otro lado del pasillo) ¡Panchito! (chiflido), ¡hey Pancho!, ¡pregunta el joven si aquí hay proctólogos!

-Oye carnal, creo que no te escucharon en la entrada del hospital, ¡un momento!, sí, sí te escucharon hasta allá. ¡Tataranieto de tu puta tatarabuela!, no te jales tu tilín, ¿siquiera sabes qué es un proctólogo?, ¿no?, no te preocupes, no necesitas saberlo, porque después de todas las patadas que te de en la cola por pendejo lo que vas a necesitar, es a un ginecólogo porque no pienso parar hasta abrirte una vagina a chingadazos.
-(a unas guapas doctoras que caminan por el pasillo) Buenas tardes.

-¡Sí, el proctólogo está allá atrás Andrés!, ahí donde cuelgas la tabla de cambios está la placa.

-¿Andres?, ¿así que así te llamas?, ¡muy bien!, nomás deja que me quiten esta chingadera del inmensionable y te voy a ayudar a despegar tu carrera artística, serás Andrea, la jarocha de la menstruación eterna.
-Gracias (saludas de nuevo a las sexy-doctoras que están esperando el elevador).

Bloqueas todos esos malos deseos que tienes hacia Andrés y te metes al consultorio, un lugar muy bonitos, de esos que están arreglados con motivo como victoriano, respiras profundo y notas ese peculiar a madera, huele como a pino... rezas que no sea por todas las empinadas que ahí se llevan a cabo. En la recepción hay una de esas señoras cuarentones que se quedaron atrapadas con la moda de “Mi Bella Genio”.

-Buenas tardes joven, ¿qué se le ofrece?

-Hola, muy buenas vengo a que el doctor me hurgue el rabo, ¿puedo tomar un caramelo?
-Vengo a ver al doctor.

-Muy bien, ¿es algo personal o viene a consulta?

-Tal vez me veo y soy más estúpido de lo que imaginaba, pero, hasta donde tengo entendido este cuate mira culos, toca culos y arregla culos. Tendrá usted que disculpar, pero mi cacahuatín, así como mi mente no es del todo abierta, particularmente el primero. En todo caso, creo que verme el tira-pedos hace esto particularmente personal ¿no cree?
-Vengo a consulta.

-El doctor está ocupado ¿desea tomar asiento?

-¡Claro!, lo que más deseo en este instante es tomar asiento, ¡pero no puedo!, por eso vengo a ver a este cabrón, ¿qué le parece si lo espero aquí paradito?, ¡vieja culera!

Según tu reloj esperaste solamente treinta minutos, pero uno de los efectos pocos conocidos de las hemorroides, es que son tan incómodas que multiplican el tiempo, sí, cada segundo para una persona con una bola en la cola se convierte (mágicamente), en una hora, por lo tanto, si hacemos cuentas, esperaste como 1,800 horas, o sea, 75 días.

-Ya puede pasar.

-Hace mucho tiempo, mantuve una relación con una mujer vegetariana, ella decía que no consumía carne porque sentía lástima por la incertidumbre, el miedo y la desesperación que sufrían los pobres animales, al estar en un cuarto antes de llegar al matadero... ahora comprendo tanto... mi ex no era vegetariana por lástima, era así porque le salió un amiguito en el sonriente.
-Gracias.

Entras al consultorio y ¡pum!, lo primero que ves es un diagrama del culo y sus partes, ¿quién diría?, es algo tan paradójico, es tan anatómicamente complicado, pero humorísticamente simple... está pa’ pensarse.

En el escritorio a la entrada está un doctorcito bonachón, de esos que son cachetones y simpáticos, ¡que bien!, alguien cachetón y simpático te va a manosear a tu cachetón y simpático.

-Buenas taldes joven.

-Buenas las tenga y mejor las pase, ¡jo, jo, jo!, ¿entendió?... ¿no?... pinche gordo culero...
-Buenas tardes doc.

-¿Cómo etá?

-Me pregunto si les darán puntos por hacer preguntas obvias... ¡estoy mal!, esta experiencia no sólo es incómoda, ¡carajo!, el daño que está recibiendo mi culo comienza a ser mínimo si lo comparamos con la destrucción post-apocalíptica que se está llevando a cabo en la sección de TRAUMAS de mi frágil-y-corrupta-por-tanta-cultura-pop mente.
-Pues me salió una bolita en el desagüe...

-Una emolóide...

-Fíjese que ya le agarre cariño, es más, ya tiene nombre, se llama Postulia. ¡Pues no sé qué sea!, no soy experto en culos, ¡por eso vengo a verlo!
-Sí... supongo.

-¿Algo más que’deseé aglegar?

-Veamos... ya dije bola... ya dije culo... no, creo que no... mmm.. espere un momento, por poco lo olvido... ¡me duele a madres!
-No, nada más, oiga, que curioso acento, ¿de dónde es?

-Soy pelu’ano...

-Pudiste decir que eras peruvian, de Sudamérica, incluso pudiste decir que vienes del Perú... pero no, tuviste qué decir que eres peruano. El peruano que opera el ano ¿bienvenido a cliché-landia?
-Órale qué bien...

Te gustaría que a partir de ese momento, las cosas se volvieran borrosas y tu mente, en un desesperado movimiento por mantener la cordura, bloqueara todo lo que pasa a tu alrededor y que la voz del doctor se volviera innentendible la de la de maestra de Charlie Brown (wua-woe-wuauae-wa-wa), pero no es así, todo, absolutamente todo está ahí, intacto, hasta el más mínimo detalle está presente.

-Pol favo’, bájese los pantalones.

-Pues sí, ya te pagué, supongo que lo que sigue es desvestirme... ¡un momento!, el que se supone que queda vulnerable y listo para ser penetrado no es el que paga, por lo menos no en mi libro, ¡demonios!, ¿en qué momento me volví masoquista?
-Okey...

-A vel... a vel... mire, le voy a toma’ una foto pala que vea.

-Hay cosas en este mundo que merecen quedar en el misterio, tal vez cuando era niño quise emular a Bart Simpson y me tomé una foto del culo, pero era curiosidad inocente, algo infantil, en serio, no necesito verlo... ¡quiero mi misterio de vuelta!, ¡yo lo exijo!
-Ahhh... órale.

-Bueno, pol favol póngase en posició’ fetal.

-Al fin estamos de acuerdo en algo, justamente ahora quiero regresar a esas épocas en las que me hacía bolita y esperaba a que todo mejore... tal vez funcione, ¡es más! Voy a zapatear... no hay lugar como el hogar, no hay lugar como el hogar...
-(en silencio) No hay lugar como el hogar, no hay lugar como el hogar.

-¿Dijo algo?

-¡Que te apures hijo de la santísima chingada!, está bien que hay que disfrutar el trabajo, pero sería más bonito si los dos lo disfrutáramos ¿no crees?
-Nada... nada...

-Voy a pone’le anestesia.

-Un momento... o como ustedes dicen... un momentico... ¿vas a usar una jeringa en mi...? ¡ASUPOOOTAMADRE!
-¡ASUPOOOTAMADRE!

-Sí, ya se que duele... espe’e un momento en lo que hace efecto.

-Patito-patito-color-de-café-si-tú-no-me-quieres-yo-ya-sé-porqué...
-No se preocupe.

-En lo que hace efecto voy pol mis intrumento’, no me tardo.

-¿Por qué me estoy acordando de esa pinche exposición de tortura?, piensa en algo bonito... ¿los hornos de Hitler?... pinche subconsciente... pinche.
-Yo aquí lo espero no se preocupe.

Me gustaría decir que de aquí en adelante no se sintió nada, pero no es así, este cabrón abrió, cortó, raspó y cauterizó tu culo, una de esas experiencias religiosas que te recuerdan a la flagelación, de hecho, si estuvieras haciendo esto en nombre de alguna deidad seguro quedas absuelto de cualquier pecado, ¡el que sea!.

Pero todo “valió la pena”, al fin, tras larguísimos quince minutos, la hemorroide está fuera de ti.

-Mile’, aquí etá el coágulo hemorroidal, ¿quiere llevárselo?

-¡Por supuesto!, que gran idea, la voy a poner junto a mí apéndice, mis muelas del juicio y mis anginas en “La Pared de la Evolución” que tengo en mi casa.
-No, no gracias.

Te subes los pantalones, y tras una larga explicación de los cuidados especiales que tendrás que aplicarle a tu cabuz, sales del hospital y te diriges a tu casa. Analizando la situación ya acá, a un nivel concienzudo, te das cuenta que no todo está mal.

De entrada, la incomodidad, el dolor y el ardor ya no existen, lo que es una gran ventaja, pero hay algo más, un cabrón te metió los dedos en el culo y no te gustó, ¡eso es excelente!, ¿querías probar que no eres gay?, ¡ahí está!, si así se sienten los dedos, ¿cómo se sentirá una venosa?, me cae que no quieres saberlo... yo tampoco.

Mientras caminas a casa te das cuenta que tus pasos parecen de robotito, pero esperas que eso sea algo pasajero, a fin de cuentas estás de buenas, ya no te duele el cataplán... así que ya ni te preocupas por tu ridículo caminar, procuras pensar en algo bonito, no sé, una canción de esas que te hacían sentir bien cuando eras niño... ¿cuál será buena?... ¿cuál?... ¡lo tengo! Won’t you take me to... ¡Funky Tooown!, Won’t you take me to... ¡Funky Tooown!... tu-tu-tu-tú-tu-tu-tu-tu-tu-tú.




Ruvalcaba Opina:

Una anécdota verdaderamente de la cola.

6 comentarios:

Xime-chan dijo...

Para gente como yo, que no sabía la naturaleza de las hemorroides, este post es revelador y sencillamente escatológico. By the way, "subconsciente" es una mala traducción de "inconsciente", lo avalan 8 de cada 10 psicolanalistas (me han contado...)

Que bueno que no hayas disfrutado la consulta, querido Autor, conozco gente que se ha quedado en el camino.

Lordhackv dijo...

Maldita sea autor la cancion del patito cafe solo la digo yo. (estupida globalizacion). Fuera de eso agradable naaaa mas bien diria un poco grafica tu anecdota pero al menos prepara a algunos para lo que les espera en un futuro inmediato.

Roq dijo...

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¿Te gustaría que el autor siguiera compartiendo contigo las desventuras de su asterisco?
[X] ¡Noooooooooooooo!
[ ] No importa, me he quedado ciego después de leer el post anterior.
[ ] Preferiría ser sodomizado por una mandada de monos aulladores brasileños.
[ ] Encuentro en el chismoso del autor un tema sumamente cautivador e intrigante.

Elija la más acorde a sus preferencias (yo ya voté).

grillermo dijo...

[X]Ojala que se vuelva a enfermar del apretado para que haya nuevos posts que leer.

Anónimo dijo...

hahahaha. me estaba cagando de la Risa con este post. muy comico... ahahah

El Mulder dijo...

Pinche autor, si me hiciste cagarme de la risa y valorar las bondades de un culito sano.

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