Admito que he tenido suerte, he tenido buenos amigos y grandes maestros en la escuela de la vida, y así como me gusta burlarme de la gente, también me gusta darle el crédito que se merece a quien se lo ha ganado.
Uno de mis maestros en esto de la escribición, la observancia y la hilaridosidad es
Carmelo Peláez del Paso y Troncoso, también conocido como Aquiles Baeza y otros nombres ficticios, que al igual que su nombre real, me guardo por petición del mismo y por respeto a las buenas costumbres.
Curiosamente, Carmelo me ha pedido que publique en El Club de la Paja, uno de sus textos, y sinceramente, me siento indigno, pues a diferencia mía, este cabrón sí sabe escribir, sí tiene estudios y él si puede ser considerado, un escritor, pa' pronto, él sí es un Autor porque se lo ha ganado, no porque le gustó de apodo.
Es probable que para muchos, el texto que a continuación presento sea un tanto raro y confuso, pero tengan en mente que este cabrón no sólo es uno de mis más grandes maestros, también es un cabrón culto como sólo él y con un léxico igual, o más amplio que las arrugas en su cara.
Esto lo digo porque puede parecer confusa su redacción, pero no es así, lo que sucede es que este culero (con todo el respeto que le tengo como maestro), tiene la capacidad de alburearnos, insultarnos y mandarnos a rechingar a nuestra madre de una manera tan sutil que ni cuenta nos damos. Yo como su alumno, apenas si puedo traducir sus enseñanzas en un par de líneas simpáticas regadas por ahí a lo largo de este blog y una que otra vulgaridad chicharachera.
Queridos tres lectores, los dejo con el texto de un verdadero autor.
-El Autor.
PD: Él sí le pone acento a Metatrón... yo... este... pues no se lo pongo no porque no sepa que lo lleva... no se lo pongo porque es una oscura referencia en otro idioma... sí... por eso... también aplica a cualquier otro error ortográfico o gramático que haya en el blog.
CIBERMEMORIA METATRÓNICA
(DE MI BREVE ANDANZA EN LA SUBCARRETERA DE LA DESINFORMACIÓN, QUE ESTÁ CONFIGURADA POR LOS LLAMADOS BLOGS)
(DE MI BREVE ANDANZA EN LA SUBCARRETERA DE LA DESINFORMACIÓN, QUE ESTÁ CONFIGURADA POR LOS LLAMADOS BLOGS)
Estoy metido en un terrible dilema: no se si tocar el violín, pegarme un tiro, o tirarme un pedo. De rebote, por equivocación, en días pasados vine a dar a esta página y de entrada, pensé si el tal Metatrón es un ser etéreo, un ser andrógino, o una mamonéfora. O sea: una metáfora sublimada de la mamonez y atrás o tras él, un hatajo de mulas formado por tres ociosos, crapulosos, apestosos, roñosos y todos los adjetivos terminados en osos -aparte de los que hacen- y distinguidos y fieles lectores, ávidos de leer todas las pendejadas escritas por el inefable, truculento, oloroso, purulento y despeinado Metatrón.
¡Cabrones!
Dijo la condesa
poniendo sobre la mesa
la caja de los condones.
¡Que os piquéis a mis hijas
y al putón de mi marido, pasa;
pero que os limpiéis la mandarria
con los cortinajes de la casa:
cabrones, eso no pasa!
Sí, ya me di cuenta de que les cayó en los güevos que no sólo me haya metido en su sacrosanta biblioteca virtual sino que, además, les eche de pedos y les saque de onda a ustedes y a su Gurú de cabecera o Sen Sei trasnochado; pero ustedes no se han dado cuenta de que si se descuidan, Metatrón se picará a la voz de ya, a todas las primas y a las hermanas de sus ávidos lectores.
Yo, por eso, sólo dejaré que el pinche Metatrón conozca nada más a mi prima “La Rompecatres” o a “Nalga Brava”, una sexoservidora que trabaja de planta como mi amante y quien, con toda seguridad, lo mandará a mingar a su chadre si se ofreciera a medirle el nivel del aceite o se atreviera a pedirle la fosa de mis clavados.
¿A poco no les parece muy mamón ese eufemismo de “sexoservidoras” cuando todos sabemos que desde que el mundo es un camote y debes sentarte a llorar, siempre se les ha conocido como putas, mujerzuelas, rameras, meretrices, cortesanas, hetairas, zorras, pecadoras, pendonas, golfas, suripantas, barraganas, vulpejas, nalgonas, costosas, cariñosas, pedorras, gárgolas, y putimil etcéteras?
Pero las “autoridades” se atreven a corregirle la página a la RAE, a Cervantes, y ya hasta se sienten lingüistas. Sobre todo, cuando no se pueden echar uno de maciza.
–¡Basta ya de sandeces! Dirán ustedes.
–¡Sí, vete a la mierda, cabrón! Gritarán un poco enfadados.
–¡Pos ya se chingaron y pónganse flojitos pa’ que no los abra en canal! Contesto yo.
La razón es simple y ya lo dije al principio: entré aquí de churro, no de charro y como veo esta página poblada de gente culta y prudente... (nótese mi intento por darle carrete a los pendejos y a los indecisos) no quiero dejar pasar la oportunidad de eructar mis comentarios sobre lo que se me inflamen las gónadas.
Además, si ya llegaron hasta este renglón, significa que no sólo son mórbidos pendejos, sino también escrupulosos masoquistas (nótese que ya les mejoré la imagen de goeyes que todos ustedes tienen, porque no es lo mismo ser crapuloso que escrupuloso). Sacaré del bote de la basura temas casi ignorados en estos días por todos nuestros brillantes periodistas que de pendejos no tienen un solo pelo sino toda la zalea. Esos temas preferidos por la raza de bronce, nerds, babyboomers, tenochcas y nahuatlacas afiliados, son el futbol y la política.
Aclaración antes de tirar la baba: este espacio no es vocero de nadie ni está patrocinado por Televisa, TV Azteca, Femexfutos, Canal del Congreso, Canal Judicial, Canal de Desagüe, Cámara de Diputados, Cámara de Cenadores (sí, pendejo, con C porque cenan como puercos), Presidencia de la República, Club Rotarios, Yunque Inc. Ltd., EZLN, Hermanas de la Caridad de Iztapalacra, ni por las hermanas de la Orden del Verbo Encarnado que, en realidad, significa: Cofradía del Carnal Entrepiernado con mucho Verbo, de la que soy cofrade y calabrote mayor, fundador y amanuense vitalicio por si se ofreciere “escribir”a mano.
Hecha la puñetera aclaración, les aviso que si quieren “ponerse la verde”, ya se jodieron porque los pinches televisos se la fumaron toda. Ahora, veamos la mayor preocupación del che Lavolpe que no le deja dormir: ¿qué gentilicio es el correcto, angolanos o angoleños? Angolano es un alburazo que de inmediato se apropiarán los puñales y angoleño, sería el postre del mismo banquete.
Esas dudas gentilicias debe desecharlas el entrenador y mejor aclarar una duda mía: ¿Es Lavolpe un briagadales? Porque si no es un alcohólico: ¡qué despedicio de jeta! Lavolpito (¡hay goey, ya me hice el hara kiri!) no tiene ni puta idea de lo que va a ser y hacer su selección de los exratones verdes y ahora sus machines metrosexuales que, en buen romance, quiere decir: metroputos.
Si quiere, puede bautizar a los negritos como angolenses que, de todos modos, los pupilos lavolpeños no les van a dar alcance ni en motocicleta. Por si fuera poco, llevó de gira a “Chiquis” García, pero no a “Fanny” Munguía ni a “Wendy” Mendizábal y mucho menos a Marigol y a las demás tortilleras de la selección “femenil” porque a estas alturas, ya no sabe cuál selección es la de los machines y por eso, Lavolpe está enseñando a tejer a los seleccionados para que el nuevo uniforme sea de color morado camote, con encaje celeste.
En el primer partido contra Irán, seguro irán a perder porque nuestros goeyes jugadores no le meten un gol ni a los Mazacotes de San Pedro Tejeringo el Chico. A Portugal, lo verán pasar como Cortés por México y es muy posible que nuestros futbolistas regresen a casa con el recuerdo fresco de Argentina 78. Lavolpe no se atreverá a regresar a nuestro país y se irá de exiliado por nacimiento, al Coño Sur.
Si me equivoco y la selección internacional mexicana resulta campeona del mundial, deberé esconderme porque la Sarna Perrosa o Perra Brava toluqueña, querrá colgarme del escroto.
CUENTOS CHINOS Y OTROS... A VECES CHIDOS
Son chinos, los que nos cuentan los políticos mexicanos y chidos, los que el clamor e ingenio popular utilizan para destrozar los relatos que la fauna política nos quiere hacer tragar, a sabiendas de que son unos pésimos narradores, no de cuentos sino también de cuentas, que sólo ellos y sus agudos contadores pueden entender (sin que esto sea plena certeza). Los contadores de Hacienda, son otro cantar y se cuecen a fuego lento; si no, pregúntenle a san Gil. Conste.
Mención aparte merecen los relatos de “José Luis Borgues”, enigmático narrador engendrado por la labriega y calenturienta imaginación del vecino de “Las Poquianchis”, allá en uno de los rincones con farol rojo, de las muñecas caras, San Francisco del Rincón del mero Guanajuato, anexo a San Cristóbal.
Si tratamos de profundizar en esos galimatías, terminaremos por no entender nada de las retóricas demagógicas y seudodebates pendejos, que los ínclitos gobernantes, candidatos, o los representantes de los partidos políticos, quieren endilgarnos en ayunas y entiéndase por ayunas, democracia; palabra que a unos políticos les da roña, a otros les enchina el cuero y a otros más las pestañas, lo mismo que a aquellos les encuera el chino de sus rulos púbicos, pero nunca los de su conciencia (con albur).
Hecha la rauda confusión pertinente, vayamos a la narrativa popular que tampoco soluciona nada, pero nos da la oportunidad de jugar al tío Lolo, goey, y descubrir cómo, en ciertos casos, se maneja el medio televisivo de manera muy perversa. En esta ocasión, prescindamos del clásico “Había una vez…” y empecemos por el fin de:
LA CENICIENTA
¿Qué pasó después de la palabra fin? Quizá nunca nos hicimos esa pregunta porque según nuestra crasa memoria e imaginación, es obvio que la Cenicienta y su príncipe azul fueron muy felices trepados en el guayabo per sécula seculorum y follando como si no hubiera infierno; el resultado, obvio, fueron los chamacos a montones para fomentar la producción niñícola, muy parecida al estilo mexicano; les importaba un carajo a los augustos príncipes consortes si la familia pequeña vive mejor, o no.
Pero ni Walt Disney explica nada sobre la moraleja de que: “Al que obra mal,.. hay que darle ciruelas pasa, bicarbonato, té de manzanilla o una lavativa por el culo” y, desde luego, tampoco describe que las malosas del cuento también tienen una larga historia detrás, o posterior (en el buen sentido de la palabra).
Si por añadidura, la curiosidad corroe nuestra mórbida imaginación, justo es que averigüemos qué pasó con las flores más feas de aquel principesco ejido:
La ex madrastra de la Cenicienta, e igual sus dos hórridas hijas, no atinaban ni daban pie con bola. Tampoco eran capaces de comprender qué diablos había pasado y qué pasaría con sus vidas, de ahí en adelante.
Molesta y preocupada, la madrastra echó mano de sus ahorros y como político mexicano, de todo lo que se pudo trincar. En compañía de sus hijas, abordó un barco con rumbo a América (ésto sucedió después de lo del Titanic, porque tuvieron que llegar a nado).
Quizá la historia te suene incoherente, pero no es así; las tres fueron realmente pioneras de la telenovela mexicana y sucedió que, preguntando aquí y allá, se toparon con el abuelo Pimstein (abuelo de Valentín, no nuestro) y la sagaz madrastra lo convenció de que sus hijas tenían pasta para figurar en plan estelar dentro de una pequeña pantalla, resultante de un futuro invento que se llamaría: televisión.
Sin ser profeta y menos en su tierra, la madrastra también tenía la facultad de ser una gran visionaria y adelantarse a los mismísimos Edison, Marconi y Lee de Forest.
El abuelo Pimstein notó cierta incongruencia en la propuesta y más aún, al ver que las presuntas doncellas eran very horripilus; pero como buen judío, pronto intuyó que ahí podría estar la semilla de un buen negocio; así que, mientras se inventaba la televisión, ni tardo ni perezoso les hizo firmar un contrato de exclusividad, las presentó en varios teatros con historias de brujas horrendas, y tuvo un éxito relativo. Podría decirse que salió a mano o tablas, de esa arriesgada aventura empresarial.
Inteligentemente, al ver que sus pupilas envejecían (no las de sus ojos sino las feas muchachas), el abuelo Pimstein se consiguió otras galanas y heredó los contratos a su nieto Valentín. Éste, que no tenía nada de rucio, con el tiempo acrecentó el negocio familiar, al comprar también y revender historias (por kilo) de autores fallecidos, muy viejos o a punto de fallecer.
El caso es que el inquieto Valentín compró las historias por una bicoca y las revendió a precio de oro, a Televisa. Ya encarrerado (como el incómodo ratón Salinas), selló contratos de exclusividad con Lucía Méndez, Verónica Castro, Thalía, Adela Loniega, Lucero, Edith Ronzales, Gabriela Spanic “La Usurpedorra”, Niurka (la dama del buen decir), y un chingo de putas, digo: “estrellas” mexicanas y extranjeras, que brillan todas las tardes con luz propia en el firmamento televisivo del Guadalcanal de las estrellas.
El taimado nieto, para ganar más lana, promulgó (como político en campaña) que el melodrama televisivo era una promesa de esperanza (no confundir con la Pejesperanza), “pa’ los jodidos”, como diría su atigrado jefe.
Sin embargo, la consecuencia terrible, trágica, e insospechada por Valentín, fue que, gracias a esos telemamotretos, ahora las sirvientas cobran más cada día y lo que es peor, igual que en el cuento de la Cenicienta, intentan, a como dé lugar, casarse con el patrón sin conformarse nada más con darle su rajita de canela y ponerle Jorge, al niño.
Este breviario cultural fue pa’ que se den cuenta de que estoy de acuerdo con Metatrón en la disección certera y cabrona, que describió a la sarta de pendejos que hicieron posible RBD y cuya crónica sobre esas pendejadas, ya nos endilgó el afamado Metatrón. Y no les digo más, sólo recuerden que: aquel que siembre vientos, no cosechará tempestades, sólo padece de aerofagia... y que el matrimonio dura, mientras dura dura. Abur.
Última advertencia: No se enfaden, no me manden mentadas y no se enojen conmigo porque podrían parecerse un chingo a su madre.
-Carmelo Peláez del Paso y Troncoso.
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