martes, septiembre 12, 2006

Derechos de Autor IV

Entienda este desmadre, antes de leer lo que sigue, le recomendamos que se chute los capítulos anteriores.







- Hola Dave... – comenta Sandra - ¿Todavía te acuerdas de mí?

¿y?
.
...
…..

¡¿Y?!
.

…..

¡¡¡¡¿¿Y, CHINGADA MADRE??!!!!
.

…..

11 meses 10 días. ¿Qué puede pasar en 11 meses y 10 días? Veamos, se pueden estudiar dos semestres escolares y reprobar la mitad de las materias, se puede trabajar continuamente sin vacaciones mientras el odio por tu jefe crece de manera exponencial, se puede aprender a bailar tango porque tu vieja te lo pidió y finalmente romper con ella para tirarte (sin que te esté aquejando aquella parte más molesta de tu ser, aquella que te enseñaron a llamar conciencia) a Rosario, exuberante mujer de fogosa actitud, definidos movimientos, húmedos labios, carnosas caderas y 15 primaveras más en su experiencia que tú; se puede haber soñado y decepcionado con algún evento mundial de algún deporte; seguro más de alguno habrá pasado de puberto caliente a padre amateur; se puede haber hecho campaña y perdido las elecciones presidenciales de algún país tercermundista. A lo que voy es: en este largo, laaaargo, más largo que la cuaresma misma período de tiempo pueden pasar muchas cosas buenas o malas, pero joder, si a la par de estos eventos uno está esperando Derechos de Autor IV nomás porque aquel o no tiene inspiración o no tiene ganas o no tiene tiempo de escribir, seguro sufrió más que el mismísimo Noé teniendo que “soportar el hedor de cientos de miles de tipos de excrementos combinados en una barca gigante” mientras no paraba de llover en exactamente el mismo periodo de tiempo.

Sin duda alguna, todos los que alguna vez hemos tenido algún contacto con Derechos de Autor nos encontramos ahora llenos de preguntas: ¿por qué una femme fatale tan temible y apetitosa a la vez (en eso radica precisamente el encanto de las femmes fatales, idiotas) le habría de temer a un sujeto sin pene llamado Metatrón?, ¿qué clase de contacto tuvieron ellos en el pasado?, ¿finalmente Deavid Author tendría los pantalones de decirle a Gladis que se la quiere tirar?, ¿Metatron realmente es pariente de Flash?, ¿la mágica caja “de Pandora” podría aparecer a Jenna Jameson en mi habitación?, y quizá una que, aunque fuera del contexto de la historia es la más importante: ¿qué hace de Derechos de Autor un texto tan exquisito?

Bueno, para empezar Derechos de Autor ha sido hasta ahora genial a diversos niveles: primero, en el nivel más bajo, está esa carga de humor sarcástico que tan exquisito nos es debido a lo poco acostumbrados que estamos a él, y el gran ingenio que se necesita para generarlo, sin duda una persona de respuestas amargas y rotundas será siempre un espectáculo; después tenemos todas aquellas referencias a una innumerable cantidad de películas, textos y hasta juegos, ya lo dijo Calleja cuando fue su turno: “¿Qué se puede comentar sobre un escrito que no sólo pulula con detalles y referencias geniales que tú, idiota de poco IQ, no vas a entender…?”, ¿alguna vez se han preguntado por qué el número 4242?, ¿o por qué se habla de Dios en femenino entre otras tantas cosas?, ¿no?, bueno, sería hora de comenzar a averiguarlo. Por último, y en el nivel más difícil de comprender tenemos las referencias de Deavid Author a su vida misma, aquellas que no se pueden descubrir a menos que hayas tenido alguna especie de relación con él y aún así, estoy seguro, nadie se dará cuenta jamás de todas las ligas que existen entre este texto y su autor.

A mi entender la historia es, por sí sola una joya digna de ser contada, plagada de ingenio y humor; pero el plus de estos tres niveles y el misticismo que se encierra en ellos, más grande a medida que escalamos en ellos es lo que hace de esta serie un éxito rotundo.

Me he extendido ya un poco, ¿qué veremos en esta entrega?, más de lo mismo pero mejorado, es decir, igual pero diferente, tan chingón como antes pero más, un texto que sin duda nos hará por momentos exclamar: “Autor, eres un mamóooooon” entre sonrisas, nos toparemos con un personaje nuevo (o dos, o tres, o más…) con el que si duda, cualquiera se identificará, YingYang; referencias sin duda a nuestra infancia llena de regalos y… desilusiones. Lo único culero es que hacia el final se nos muere el que había sido quizá el personaje más carismático y emblemático de la serie, en fin, tendrá su explicación.

Finalmente me despido esperando que la fecha de la próxima entrega no esté tan lejana como lo está esta de su predecesora.

Así que sin más:

- Hola Dave... – comenta Sandra - ¿Todavía te acuerdas de mí?

-Mulder.




David Marroquín presenta:
Derechos de Autor
IV


Némesis


En algún lugar que muy pocas personas ubican, no obstante, muy cercano a donde una chica de nombre Gladis solía vivir, hay un salón tan grande que nadie puede creer que esté donde está; claro está que comienzan a creerlo una vez que están en donde este salón está.

Para no confundir más de lo necesario a los testigos de esta historia, procuraremos ser más claro. Resulta que el salón en cuestión se encuentra detrás de una puerta, que a su vez está detrás de un enorme refrigerador, que, si bien no es tan grande como para guardar bebidas suficientes para convidarle a todas las personas que pudieran entrar en la sala, sí lo es para las necesidades que pudiera requerir una mujer que rara vez está en casa.

Más interesante que el tamaño de la sala, y el cómo es que algo tan colosal puede estar detrás de una puerta tan pequeña que asimismo está detrás de un refrigerador, es lo que hay adentro.

Una pesada y grande mesa de caoba que invade la sala de extremo a extremo, tanto visualmente, como con su relajante perfume de madera fina. Pero eso no es lo interesante.

Alrededor de la mesa, hay un montón de sillas que se ven muy cómodas, pero como normalmente uno no pone los ojos sobre las sillas, sólo un trasero podría decir lo cómodas que son. A pesar de que en varias de estas sillas hay varios traseros de un igual número de personas experimentando su comodidad, eso no es lo interesante.

Hay cuatro paredes, y las cuatro son muy altas, tanto que provocan vértigo si las miras hacia arriba, pero ¿quién quiere ver algo tan grande hacia arriba?, eso tampoco es lo interesante.

Hay un enorme ventanal que conduce a una no tan grande (en comparación de los elementos antes listados) terraza, aún así, es lo suficientemente grande como para realizar ahí una buena parranda post-Cannes o post-Oscars.

Pero nada aquí es tan interesante como el enojo del dueño del lugar y sus contenidos; es algo tan inmenso, que de materializarse, no cabría así se sacara la mesa de caoba, las sillas y sus ocupantes.

Este hombre, que ha perdido interés frente a su emoción, de la cual también es dueño se llama Elías Cabrera, un viejillo bastante pequeño y encorvado por el peso de los años.

Como todos los viejillos pequeños, la piel de Elías parece de cedro, no por dura, sino por arrugada, sólo tiene cabellos blancos y una paciencia inversamente proporcional a su mal humor. Interesante es, sin embargo, la capacidad de su poca paciencia para activar su colosal mal humor... como pasa con todos los viejillos pequeños.


- ¡Gran mierda dura y seca! – Así es como Elías rompe el silencio que había mantenido por horas – ¿alguien podría explicarme qué penes en mi salsa pasó ayer?


Con temor en absolutamente todo su ser, Fermín, un muchacho de unos veintiún años, delgado como, su experiencia levanta la mano desde su silla.


- ¡Fermín! – Exclama Cabrera con un extraño entusiasmo -, el hijo pródigo de Martita... a ver muchacho, explícale a estos viejos huesos qué es lo que pasó.

- Se-se-señor... – musita Fermín con una inseguridad casi tan grande como la mesa frente a él – se-se-se... según el informe, el ángel entregó el paquete y los buscadores se encontraron.

- ¿En serio? – Pregunta Cabrera con un tono por demás retórico – y yo que pensaba que Filemón llorando por su perro Chispita, la madriza que le metieron a Luis y la muerte del Manager Samuel era simples coincidencias... ¡pedazo de pendejo!, todos aquí son unos pedazos de pendejos, porque créame, ninguno de ustedes es la mitad de inteligentes que el más viejo de mis vellos púbicos.

- Señor... – Fermin intenta ahondar en su explicación, pero es interrumpido por el mismo Cabrera.

- Dejemos algo claro caballeros, la idea de Ciclo es evitar que los buscadores tengan el paquete, en particular el cuatro mil doscientos cuarenta y dos.

- Creo que estás exagerando un poco Cabrera – interrumpe desde la terraza un sujeto ligeramente pasado de peso.

- Stanley... – dice Elías entre dientes – ya decía que habías estado callado por mucho tiempo.


Stanley es un sujeto de complexión robusta; no es un gordo de esos que necesitan un palo amarrado a un palo para bañarse, pero tampoco es alguien que cuide mucho su dieta.

Durante años, Stanley ha sido la mano derecha de Elías Cabrera, pero eso no quiere decir que le sea simpático al viejo, de hecho lo considera como alguien detestable, deshonesto y con una moral tan pequeña como sus escrúpulos... y por eso es su mano derecha.


- Tenemos una ventaja Elías – comenta impetuosamente Stanley -. El ángel sigue en La Tierra.


El arrugado rostro de cabrera se iluminó por un momento y en su boca se dibujó algo que, con muchísima imaginación, podría pasar por una sonrisa.


- Stanley... mi gordito, tú, que nunca me has fallado dime, ¿qué te hace estar tan seguro de que el ángel sigue en La Tierra.


Stanley abandonó el delicioso Sol mediterráneo de la terraza, entró a la sala, se acercó a la silla donde Cabrera descansa sus huesos y sobre la mesa, puso una pequeña tarjeta de plástico.


- Han pasado más de veinticuatro horas y las evidencias de su materialización siguen aquí señor – agregó Stanley.


Con sus gastadas, pero firmes manos, Cabrera levanta la tarjeta y lee el nombre del dueño.


- Metatron Rickman... - la sonrisa imaginaria de Cabrera dejó de serlo para convertirse en una muy auténtica, una de esas que dan tanto miedo que desplazan al enojo que hasta hace uno momento, invadía una sala muy, muy grande.


Durante las últimas veinticuatro horas, han pasado cosas muy interesantes en el mundo. Un hombre, que hasta el momento había sido muy anónimo, descubrió pruebas contundentes de que la gripa es una enfermedad psicosomática.

Justo antes de que pudiera dar a conocer su descubrimiento, fue asesinado por un tal Edward Dimmitri Dadja, quien, le dejó muy claro que no era nada personal, y que sólo cumplía un contrato que hizo con una compañía de antigripales.

Esta compañía de antigripales también se dedica a manufacturar placebos para los dolores de cabeza que no son nada más que sales amargas, no obstante, sus consumidores, están muy convencidos de que, al igual que las modeletes que aparecen en los comerciales que lo promueven, ellos también curarán sus malestares con simples sales efervescentes.

Algunos piensan que el alivio no es tan inmediato porque, a diferencia de las modeletes de los comerciales, ellos no son hermosos, y que el alivio tiene que ver con la hermosura del consumidor.

Uno de los compradores asiduos de los productos de la compañía que contrató a Edward para matar al anónimo sujeto, ese que había descubierto que la gripa no es nada más que un estado mental, se llama Milan Vozak; en este momento, no está consumiendo placebos para la jaqueca, pero algo dentro de él suele obligarlo a necesitarlos.


- Ya es tarde.
- Siempre me a gustado esa capacidad tan natural que tienes para resaltar lo obvio; sé que a veces te lo demuestro gritándote y maldiciéndote, pero esa es mi muy particular manera de decirte “sigue haciéndolo corazón”.


- Creo que sería buena idea irme.
- ¡Increíble!, eres capaz de engendrar ideas que, bajo contextos muy específicos, pueden parecer brillantes. Por un momento pensé que ya no podías hacerlo..., tú sabes, después de la segunda hora de espera innecesaria uno comienza a dudar.

- Voy a pedir la cuenta.
- Sí claro... pedir la cuenta... lo dices como si fuera algo sencillo para ti. He de recordarte que tú único súper poder, si es que así podemos llamarlo, consiste en pasar desapercibido por meseras, vendedores, despachadores, barrenderos, limpia vidrios, merolicos, burócratas, cajeros y cualquier otro ser humano cuyo trabajo consista en brindar algún servicio al público.

- Disculpe, ¿señorita?
- No te va a hacer caso...

- ¿Señorita?
- Olvídalo...

- ¿Camarera?
- Nope, nope, nope...

- ¿Mesonera?
- Dios... a veces me das tanta lástima...

- ¿Waitress?
- Vamos muchacho, ten bolas, demuéstrales que estás molesto...

- ¿Moza?
- No es posible, hasta en una tarea tan simple como pedir una cuenta necesitas de mi ayuda... eso resalta cuán incapaz eres en el ejercicio de tu patética existencia... no sé como es que las mujeres te pueden encontrar atractivo...

- ¿Madame?
- Ya me cansé de escucharte muchacho, es hora de llamar a la caballería, o sea ‘moi’...

- ¡Con una rechingada!, ¿qué tengo que hacer para que me traigan la puta cuenta? ¿Pararme de cabeza?
- ¡Con una rechingada!, ¿qué tengo que hacer para que me traigan la puta cuenta? ¿Pararme de cabeza?


Siempre que un espacio es transgredido, una catástrofe se desata; suena un tanto dramático, no obstante, no está fuera de la realidad.

El ejemplo más claro que podemos exponer es cuando un país invade a otro, ejemplo que, de entre todos los que pudimos pensar, es de los más populares, o si no, por lo menos es de los más entendibles. Algo más complicado sería:

Un niño.

Regalos navideños.

Destapar los regalos.

Calcetines.

Pocas, pero muy pocas cosas en el universo pueden destruir límites, como unos calcetines envueltos en papel con motivos navideños. El límite que se rompe en esta situación es el más sagrado que existe, y es el de la ilusión.

Sonará un poco confuso, pero esa es la idea, porque cuando algo extraño y hasta cierto punto sin importancia acontece, es cuando las cosas se ponen más feas. En el caso de Milan, no sólo fueron unos calcetines cuando niño; también fue una mesera con oídos aturdidos el día de hoy.


- ¿Algún problema con el servicio caballero? – pregunta amablemente un hombre vestido de traje con un gafete que dice “Samuel Lizárraga. Manager”.

- No, no, no, yo no tengo problemas. ¡Las que tienen problemas son sus meseras!... bola de ineptas torticolosas que no pueden voltear cuando uno pide una maldita cuenta.
- Perdón... es que sentí que no me hacía caso y me exalté un poco - responde Milan inseguro.

- No se preocupe caballero - contesta condescendiente el manager, al mismo tiempo que pone su mano sobre el hombro de Milan –, entiendo que es estresante el ritmo de vida en la ciudad.

- A ver, a ver, a ver hijo del excremento negro de Satanás, tienes tres segundo para quitarme tu reputa mano de encima... claro está que eso sólo aplica si deseas usarla el día de mañana.
- En serio – Milan se quita la mano del gerente con mucho cuidado y tacto –. Disculpe, no debí actuar de una manera tan... explosiva.

- Maricóoon... Mari-mari-maricóoon.

- ¿Qué fue lo que pidió caballero? – Inquiere Samuel manteniendo el tono condescendiente.

- Vamos a dejar algo claro pedazo de idiota. Yo no soy el mocoso estúpido con cara chorreada y nariz eternamente llena de pequeñas gotitas de sudor al que llamas hijo, así que puedes dejar de lado ese maldito tonito que comienza a subir en mi lista de cosas que me pueden orillar a quitarle la vida a un homo-sapiens.
- Sólo fue un desayuno y un café - contesta Milan, quien mantiene la vista a su taza vacía –, pero mire... este... sé que son cuarenta... mire... le dejo cincuenta... no, sesenta perdón por haberle gritado a la mesera... en verdad lo siento.

- ¡Santo cielo!, te conozco desde hace tanto tiempo que pensé que tenías testículos pero por lo que veo han de ser dos tumores muy feos a la altura de los gemelos, ¿ya consideraste ir con un demartólogo?, podrían ser malignos.

- No se preocupe caballero – explica el gerente –, ésta va por cuenta de la casa y le aseguro que no volverá a pasar.

- ¡Increíble!, ¡tu falta de valor te ha hecho ganar un desayuno!, y pensar que creía que lo hacías sólo porque eres un cobarde desilusionado de la vida... bravo Milan, bravo.
- Disculpe la molestia – Con cuidado, y un poco tembloroso, Milan se levanta de la mesa, y se dirige a la salida de la cafetería. Todos los asistentes al lugar lo miran como si fuera un bicho raro.


Durante años, el ser humano ha debatido muchísimas veces, al tratar de dividir todo lo que está bien de lo que está mal. Todavía no hay resultados muy contundentes que digamos.

Lo que está bien para unos, está completamente mal para otros, por ejemplo, un niño que puso absolutamente todo su corazón en colorear sus primeras tareas de la primaria. Para él, ese dinosaurio morado tiene ese color porque está enfermo de dino-gripa, por lo tanto, para él está bien, mientras que para su cerrado profesor, está completamente erróneo, un Tiranosaurio Rex es gris, suponemos que él los vio.

Hasta el momento, de las pocas cosas que son consideradas completamente mal en el mundo entero es, estar en contra de la mayoría.

Si la mayoría dice que el excremento de perro tiene que ser usado como sombrero cada día de la vigilia, porque así se interpretaron (otra vez) algunas “escrituras sagradas”, así será. Mucha gente apestará, que no está del todo mal, eso es algo a lo que cualquier fanático religioso ya está acostumbrado.

Ahora que, si alguien pertenece a una extraña minoría que dice que quiere evitar a toda costa que le llenen de mierda la cabeza, lo más seguro es que termine tachado de loco... o de adorador pagano de algún semi-dios hitita.

Milan podría ser considerado un adorador de Bhaal el Dios Cabra o de alguna otra deidad cuyo nombre parezca salido del guión de película de bajo presupuesto.

No es porque sacrifique animales de granja y pinte pentagramas con su sangre, tampoco es que tire vírgenes a volcanes, o porque tenga un altar dedicado a la adoración de una gran legumbre en su baño; Milan siempre ha procurado ser bueno, porque puede serlo y no porque algo lo obligue, y por eso es que la gente lo ve raro... aunque hay que mencionar que sí ha contemplado la idea del altar a la gran legumbre.

A este tipo de personas se les llama Facilitadores, y su misión es ayudarle a los demás. Irónicamente, a un Facilitador, se le complica mucho su propia existencia, y por lo general desarrollan ciertos tipos de manías o adicciones.

Uno de los Facilitadores más famosos de la historia es Noé, sí, el del arca con los animales.

En aquel entonces, Dios era un poco más explícita en sus órdenes y solía dar instrucciones menos “misteriosas” en comparación con las que da hoy en día; pero no hay que quejarnos, después de todo, si hacemos un poco de memoria, recordaremos que en aquellas épocas, también solía dar espectáculos pirotécnicos altos en azufre que terminaban por destruir ciudades enteras.

Dios le dijo a Noé, construye un barcote, y Noé hizo un arca muy grande a la que llegaron muchos animales, eso todos lo sabemos, lo que no todos sabemos, es que, una vez que comenzó a llover, no dejó de hacerlo durante casi un año, y durante once meses, Noé tuvo que soportar el hedor de cientos de miles de tipos de excrementos combinados.

No ahondaremos en cómo es que Noé convocó y metió a tanto bicho a su arca, ni en cómo es que alimentó a los animalitos del señor y a su familia por tanto tiempo y tampoco hablaremos de la zona geográfica que se inundó (porque no fue toda La Tierra), porque todo se resume fácilmente en una palabra: Milagro.

Tras su larga travesía, Noé, acabó bastante jodido. Cansado, triste y sin ilusiones, vio a todos los animales largarse de su arca, dejando en ella mucha, pero mucha mierda, literal y figuradamente hablando.

Por su lado, Dios le dio las gracias a Noé dejándolo vivir a él y a su familia, pero nunca bajó para darle una palmadita en el hombro al viejo, en todo caso, de haberlo hecho, seguramente lo hubiera perforado dejándole un luminoso agujero lleno de gloria-gloria-aleluya.

El cansancio de Noé, aunado al estrés de soportar a un montón de animales –su familia- y a todas las bestias creadas por Dios en un barcote, lo hicieron caer en una fuerte depresión, y a falta de un psicoterapeuta, Noé le dio por hacerse amigo del alcohol.

Los últimos años de Noé, se convirtieron en una gran fiesta, en las que según, hablaba con Dios... Metatron difiere y niega haber participado en alguna de las tertulias del hombre.

Al pasar de los años, los Facilitadores han seguido apareciendo, éstos le han ayudadado a quienes los rodean, y sus vidas siguen apestado; todo esto sólo para que cuando se mueran les den una constancia en el otro mundo... genial.

Milan no es alcohólico, pero tiene un estado de bipolaridad crónica, tirándole a doble personalidad con matices de complejo de Doctor Jekill. Es algo complicado.


- Maravilloso, maravilloso, ma-ra-vi-llo-so, me encantas Milan, eres lo máximo de lo máximo. Mira que sacarle una comida gratis al manager de una cafetería usando tu falta de valor, ¿qué sigue?, hacer tu truco de voltear los párpados y pedir limosna. Si yo fuera tú, me sentiría avergonzado.


Como si alguien lo estuviera regañando, Milan suele mirar hacia abajo casi todo el tiempo, esto le ha favorecido bastante, pues ha encontrado un sinnúmero de monedas en el suelo.

Cuando habla con alguien más, su mirada suele ser perdidiza, y nunca mira a los ojos, en vez de eso, mira a las cejas, con este truco, aquellas personas que hablan con Milan creen que les está poniendo atención.

Para Milan, hablar con otro ser humano es muy complicado, e incluso, se torna en una tarea laboriosa, ya que lo que dice, rara vez es lo que piensa, así que, por llamarlo de alguna manera, Milan tiene que pensar en dos respuestas, una que probablemente podría lastimar u ofender a alguien, y otra que no tenga estos efectos. A veces no puede controlarse y termina diciendo lo que piensa.


- ¿Vamos a ir al psicólogo Vozak?, ¿otra vez vas a asustar a la doctora Vicky?, vamos muchacho, como que ya es hora de que arregles tus problemas por tu cuenta, fíjate bien, cuando metes tu manita en tu entrepiernita sientes unos pelitos, ¿sabes qué es lo que te quieren decir?, ¡que ya eres un adulto chingadamadre!, ¡actúa como tal!
- Sí... ¡actúa como tal carajo!

- Perdón... – interrumpe una dulce voz femenina delante de Milan – Me estás hablando a mí.


Frente a Milan está una chica de estatura baja, tez blanca pálida, cabello largo y lacio color negro azuloso, ojos verdes y de complexión delgada. Viste un conjunto muy a la moda y bastante coqueto que resalta dos cosas:

La chica en cuestión tiene muy buenas proporciones.
No le gusta estar muy tapada... tal vez sabe que la gripa es algo mental.


- Pero hola, ola, cola... ¿cómo me dices que quieres te diga corazón?
- Perdón... – contesta Milan – estaba hablando conmigo mismo – nuevamente baja la mirada y sigue caminando, pero la chica lo detiene tomándole del brazo.

- Espera un momento... - agrega la simpática jovencita.

- ¿Sólo un momento?, con ese par de amigas que tienes por el frente, y ese otro par que llevas por detrás, te espero por un año.
- ¿Se te ofrece algo? – inquiere Milan con un tono apagado.

- Sí, de hecho sí, ¿vives por aquí?

- ¿Ya tan rápido quieres que vayamos al departamento?... ¡bah!, ¿quién soy yo para juzgar?, eso se lo dejo a Diosito... nomás que eso sí corazón, una perra tan fácil seguro tiene algún tipo de rabia, así que si vamos a boxea, hemos de usar protección.
- Sí, vivo a un par de cuadras de aquí – contesta con el mismo tono apagado.

- Excelente, oye, si no es mucho abusar de ti, ¿podrías llevarme a Avenida Linda Sonrisa?, me quedé de ver ahí con mi primo.

- Okay, pero sólo si caminas por delante.
- Sí, de hecho yo voy para allá.

- ¡Excelente! – muy alegre, la chica comienza a brincotear frente a Milan – Pero antes de ir, hay que presentarnos, mi nombre es Alexa, Alexa Gramática.

- Pues te tendremos que checar esa orto-grafía corazón.
- Yo soy Milan Vozak.

- Mucho gusto Milan – con un exceso de confianza, Alexa toma a Milan de la mano -. Yo te sigo.

- Corrígeme si me equivoco, pero si caminas a mi lado, no me está siguiendo...
- Este... claro – de la manera más sutil que puede, Milan se suelta de Alexa y comienza a caminar -. Es por aquí – Señala el horizonte de la calle por la que camina.


Alexa se nota un poco extrañada, si bien no es una chica muy brillante, tampoco es lo suficientemente idiota y ajena a su mundo como para no darse cuenta de que a Milan no le agradó mucho que lo tocaran.


- Está bien... – agrega Alexa un poco menos entusiasmada -. ¿y tú a qué vas para allá?

- Estaba viendo mi lista de personas a las que les importan mis asuntos y ¿adivina qué?, tú no estás en esa lista.
- Voy a visitar a un amigo – Milan nota que el tono de Alexa ya no es tan alegre y eso lo hace sentir un poco mal -. ¿Tú a qué vas?

- Pues... me quedé de ver aquí con mi primo.

- Interesantísimo... como una carrera de tortugas marinas sobre papel encebado...jeje... esó sería gracioso... tortugas resbalando... todas desesperadas... jeje... ... ... ¡Como sea!, tu historia me aburre tanto que no puedo hacer una analogía tan aburrida como para reflejarla... sí, eso.
- Que bien.

- Yo creo que le caerías bien a mi primo – el tono de Alexa vuelve a ser más entusiasta -. También es del tipo callado como tú – agrega.

- Es que no me hemos estado en la cama, te aseguro que ahí los tres haríamos mucho ruido, y no estoy contando a tu primo, estoy contando a la cama.
- ¿Cómo se llama tu primo?

- Justin Wraith.

- Justin...
- Justin... – Milan se detiene.

- ¿Dije algo malo? – pegunta Alexa preocupada.

- Sí, dijiste el nombre de alguien muy pinche problemático, soberbio, ególatra despreciable, mamón y tan hijo de su chingada madre, nieto de su chingada abuela que se cree, tan importante como para dejarme esperando dos putas horas en una igualmente puta cafetería .
- Que chistoso... lo que pasa es que hace dos horas me quedé de ver con él y nunca llegó... Justin también es mi amigo...
- Hijo'esuchingadaputaputativaputaputamadre...
- Que pequeño es el mundo ¿verdad? – Milan sonríe.

- Sipis – contesta Alexa -, o sea que muy bien, porque así ya no voy a tener que presentarlos.


A nos metros de distancia de Milan y Alexa, un hombre sigue muy de cerca sus movimientos, este hombre parece amable, pero es sólo la ilusión que crea vestir de traje y tener un gafete que te acredita como Manager.


- El Facilitador se encuentra en camino – Le dice el Manager Samuel a su teléfono celular –. Contacten al señor Elías.

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