viernes, junio 18, 2010

La masacre del Sancho.

Era viernes, ese día estaba algo molesto porque mi computadora había expirado y simplemente no arrancaba Windows. La simple idea de tener que soportar a la gente de servicio técnico de Acer revolvía mi estómago. Ya había lidiado con ellos en otras ocasiones, así que por experiencia sabía que me enfrentaría a una gran masa de estupidez, burocracia e ignorancia.

Yo ya sabía que mi viernes estaba arruinado, sin embargo, mi limitada percepción de los sucesos por venir, sólo indicaban que los culpables de mi mal día serían una computadora jodida y un montón de técnicos lentoides; pero estaba muy equivocado, estos tíos y sus productos chafas serían lo último que jodería mi viernes. Estaba tan ajeno a la situación que enfrentaría, que incluso llegué a pensar que la cercanía entre el centro de servicio y mi casa (una distancia que se puede recorrer caminando) era algo bueno. Inocente Autor inocente.

Como dije, ya me había enfrentado (varías veces) con torpe servicio técnico de Acer; así pues, el edificio donde está su centro de reparación me resultaba tan familiar, como ese sentimiento de que en cualquier momento, Neo y Trinity entrarán a repartir caña mientras me registro en el lobby. Es inquietante.

Uno pensaría que un centro de servicio oficial sería un lugar acá bien pipiris nais y tecnicoso, y el de Acer lo es, lo malo, sólo es la fachada, por dentro es como un infeccioso cultivo de idiotez.

Esperar a que te atienda una adolescente de 36 años que sólo sabe decir "por favor no levante su tono de voz", cuando vas por la novena vez que le explicas que el problema de tu computadora es la fuente de poder mientras, ella insiste que es imperante el formateo de tu disco duro, no es particularmente inspirador, por lo que me dediqué a buscar parecidos entre celebridades y la gente que esperaba conmigo. Había uno que se parecía un chingo a Hugh Laurie.

No quiero hacer este relato más largo de lo necesario (porque mire que por el estilacho de este congal, será extenso), así que resumiré mi estancia en el centro de servicio, más que nada, porque no es la parte importante de la historia. Y sí, comprendo su enfado, sé que está muy de la vara haberlo hecho leer un montón de estulticias nomás para decirle, hasta este momento, que la comPUTAdora jodida o el centro de servicio, no son lo importante, sin embargo, he de destacar que sin este suceso, las cosas habrían sido completamente diferentes.

Pero ya, para no darle más importancia a este mal trago, diré que me quedé sin laptop durante el fin de semana, a ver si el miércoles podían entregármela. Me largué a mi hogar.

Camino a casa hay una cantina llamada "El Rincón de Sancho", este lugar goza de cierta preferencia entre varios publicistas de la ciudad, y ese día, Turbopop me comentó que estaría ahí en la despedida de un compañero de trabajo; decidí pasar por ahí, al asomarme por las ventanas no vi ni a Turbopop, ni a ninguno de sus amigos.

Decidí irme del lugar antes de parecer sospechoso (iluso yo) y amargarle el trago a alguien, pero justo al emprender mi retirada, una voz familiar dijo atrás de mí "¿David?", al voltear vi a Turbopop, un poco flameado, pero todavía lo bastante sobrio como para pensar en una buena campaña para Banamex, vaya pues, el nivel de alcohol normal que suele correr por la sangre de un publicista en horario de oficina.

Tras saludarnos, Turbopop me invitó a pasar a la cantina, dijo "Vente, entra, hay comida gratis". ¿Qué puedo decir?, no es necesario ser un gran publicista para convencer a alguien con el pretexto de tragadera gratis, así que decidí unirme.

Me llevó a una mesa ocupada por gente que a leguas se notaba estaba metida en la industria creativa, tanto por su manera de vestir, como su forma de hablar revelaban que eran personas alivianadas que sólo quería echar el trago. Genial.

El tópico de la mesa era el que agarraras, todos hablaban de todo y de nada al mismo tiempo, era una buena plática. Entre risas, anécdotas, chistes y mentadas de madre hacia la política en general me habló Maruchi Coco, para preguntarme dónde andaba y cómo me había ido con la cuestión de la computadora.

Le dije que estaba en "El Rincón del Sancho" y le conté que la compu estaba en reparación, vaya, lo que usted, Querido Tercer Lector, ya sabe. La invité a acompañarnos y unas horas más tarde ahí estaba Coco uniéndose a nuestra plática de nada así como a nuestros tragos de todo.

Procuré hablar con cada integrante de la mesa, porque una vez leí en Quo ¿o era en Conozca Más?... En un artículo de'sos que te cautivan mientras haces popó, decían que la mejor manera de incorporarse en un grupo de personas es hablando con todas o con la mayoría. Era una mesa pequeña, así que platiqué con todos pero sólo fraternicé con un tal "Gusgus", quien me invitó a la tienda a comprar unos cigarros.

Me disculpé con Coco quien se quedó platicando sobre viajes temporales y las paradojas resultantes en el espacio-tiempo con Turbopop (en serio, estaban hablando de eso) y salí de la cantina con Gusgus a comprar cigarros. Para este momento, tanto Gusgus como yo estábamos bastante pedos, en niveles de publicistas, no podríamos hacer ni un comercial para Elektra.

Seguí a Gusgus durante varias cuadras, pero fue hasta que compartió conmigo su desconocimiento de la zona que me di cuenta de que estábamos lejos de cualquier tienda, lejos de El Rincón del Sancho y lejos de la sobriedad, así que juntamos nuestra fuerza para:
  1. Llegar a una tienda, la que fuera.
  2. Comprar provisiones (cigarrillos).
  3. Encontrar un camino de regreso al Rincón del Sancho.

Al fin llegamos a la tienda, compramos nuestros cigarros y, hasta eso, mantuvimos el suficiente nivel de coherencia como para hablarle a quienes estaban en el cantina para preguntarles si querían algo. Usted sabe, la cortesía, el estilo y la estampa ante todo.

Yo me compré un Arizona de frambuesa, pero sabía que no me dejaría entrar a la cantina con mi té, no sé si es porque no tiene alcohol o porque de plano ya no se puede confiar en la gente, pero el chiste es que en El Rincón de Sancho no podría ingerir mi Arizona, así que Gusgus y yo nos sentamos en una banca de piedra de un parque cercano a la tienda a fumar un poco, tomar Arizona y a que se nos bajara la peda para regresar al Sancho y empedarnos nuevamente.

Pero Baco es un dios muy caprichoso, en la banca descansaba también un extraño cigarrillo, uno de "esos" que se ven las películas, uno de los que no son de broma pero que dan risa. ¿Era eso posible? ¿Era eso... un "Doobie-Snack", un "gallardo", un "touch"? Lo era.

Lo admito, al principio se me salió lo "mujer", pensé que por un lado ya estábamos bastante ebrios como para -¡además!- ponernos erizos, sin embargo, mi preocupación más grande era el contenido del porro, pues si bien podía ser pastito cotorro, también podía ser de cianuro o tiras de Sección Amarilla.

No es que culpe al alcohol, pero en gran parte influenció nuestro juicio, así como nuestro valor, para fumarnos un cigarro extraño en plena calle, por cierto, sí era de los buenos... de los muy pinches buenos.

Negrita
Al entrar al Rincón del Sancho, Gusgus y yo nos veíamos demasiado contentos como para ser dos personas que venían de comprar cosas para todos en un Oxxo. Levantó sospechas en la mesa.

Tras contar la razón de nuestra felicidad, Coco me regañó, ya sabes, por fumar algo que me encontré en la calle, pero la verdad es que todo lo que me decía en ese momento me causaba particular risa, pero sabía que si me reía desataría su furia.

Coco es una gran mujer y como tal supo qué decir para terminar su regaño "... ¡Y ya! Cágate de la risa si quieres pero por favor, quita esa cara de pendejo". Reí.

La velada era estupenda, por un momento pensé que la amargura de gastar dinero en el servicio técnico pinche de Acer no podría arruinarme ese día, y era verdad, por pito que sea ese lugar, sus productos y su servicio no me amargarían un día con comida, peda y toque gratis en compañía de gente poca madre, no, Acer no podía arruinar eso, sin embargo, la pistola calibre .45 en la mano del cabrón que se dirigía a nuestra mesa sí.

Antes de que el tipo pudiera decir cualquier cosa, tomé con mi brazo derecho la cabeza de Coco y sin que ella estuviera completamente consciente de lo que estaba pasando, la empujé con todas mis fuerzas hacia abajo de la mesa, acto seguido me arrojé yo y un mi brazo izquierdo alcancé a jalar a Turbop, quien claramente ya había visto más o menos cómo estaba el pedo, pues interrumpí su "¡No maaame...!"

A mí me han asaltado muchas veces, más de las que me gustaría recordar por lo que con toda confianza puedo decir que jamás te acostumbras a escuchar las palabras "¡Esto es un asalto!".

Ya que toda la cantina estaba en el mismo canal, el asaltante resultó ser "los asaltantes", seis ratas, todas armadas, habían tomado el lugar. Bajo la mesa, Coco me dijo que me amaba, que era lo mejor que le había pasado a su vida y aunque no se lo dije en el momento, yo pensaba justamente lo mismo y tenía toda la intención de que así siguiera siéndolo.

Abracé bien fuerte a Coco y ella me abrazó a mí, me decía que dejara de asomarme, pero creo que en ese momento no se había dado cuenta de que Turbopop, nuestro amigo, estaba fuera de la mesa, boca arriba y rezando a manera de mantra la frase "¡No mames!".

Con la cabeza de Coco asegurada pensé que cualquier bala perdida me pegaría primero a mí que a ella, así que comencé a jalar a Turbopop y a cubrir su cara, sentí que si los asaltantes lo veían a los ojos podría molestarlos y llamar más atención de la necesaria a nuestra mesa, eso y que me estaba zurrando de miedo.

Nos indicaron que pusiéramos las carteras sobre nuestras mesas y que todo estaría bien... claro, todo está poca madre, ¿y el pinche susto qué? ¿Y nuestra lana qué? ¿Y mi diabetes provocada por un pedote qué?... la definición de "bien" entre los cacos es tan extraña...

Mencioné antes que me han asaltado muchas veces, también comenté que uno nunca se acostumbra a escuchar la frase "¡Esto es un asalto!", no obstante, ese día hubo una sorpresa, escuché algo que jamás había escuchado en este contexto, escuché "¡tiren sus armas hijos de su puta madre!". Un héroe.

Un héroe puede hacer dos cosas, arreglar el pedo o complicarlo a niveles inconcebibles, yo temía por la seguridad de Coco y de Turbopop; y no es que los demás me valieran verga (completamente), pero sé que para mí sería más fácil superar la muerte del chavo-ese-que-conoci-en-una-cantina a la de la mujer de mi vida y de hecho no culparía a ninguno de ellos por pensar lo mismo, por Coco, por Turbopop o por mí. También temía que el héroe, ubicado más o menos a cinco mesas de distancias atrás de nosotros, no fuera más que un mongoloide con un arma que representara una amenaza extra.

Sonó el primer disparo, sonó el segundo, el tercero, el cuarto y así... sonaron muchos disparos; no diría que cientos, pero sí un buen par de decenas, no sé porqué, pero cada que escuchaba un ¡bang! sentía que esa bala entraría en mi culo y que moriría por un balazo en el ano... de hecho no sé si uno se puede morir de un balazo en el ano... Seguramente existen un par de casos; como sea, yo no quería ser el tercero.

Dejaron de sonar disparos, el sujeto que vi, así como otro que pude ver hasta que estuvimos abajo de la mesa estaban en el suelo sobre un charco de sangre.

El héroe no era héroe, eran "héroes", dos policías judiciales que apenas se habían sentado a ver el menú, uno de ellos se levantó y salió corriendo para perseguir a los criminales que escapaban y que nosotros, desde nuestro ángulo, ni vimos; por su parte, el otro se quedó a calmar a la banda.

Un par de tiros más sonaron, esta vez en la calle, ahí cayó otro de los criminales en un camellón cercano, éste si expiró. Mientras tanto, en "El Sancho", los otros criminales estaba siendo puteados por el judicial que quedó y la policía que comenzaba a llegar.

Nos pidieron que guardáramos la calma, lo normal, pero estaba cabrón, no sólo había sido un asalto, había sido un tiroteo que acabó con un cliente herido en la frente, un mesero con un balazo en la mano, dos ladrones heridos de gravedad y uno muerto. Podías ver a la gente temblar como puta gelatina mientras le gritaban improperios a los criminales.

Coco estaba bien, me abrazó muy fuerte y yo la abracé muy fuerte de vuelta, Turbopop estaba sacado de onda, sacó un cigarro y valiéndole verga la ley antitabaco, nos inspiró a todos para llenarnos los pulmones de alquitran.

Miré a Gusgus y comencé a reír.

De alguna manera su cara me hizo recordar el ese cigarrito que nos encontramos en la banca y que este día pasaría a estar en un lugar casi tan alto como en el que Gusgus y yo nos sentíamos gracias a ese pastito vacilador.

-El Autor.

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