Globos pa’ la fiesta.

Uno tiene un montón de desatinos en la vida, algunos, como meterse en sentido contrario en Avenida Chapultepec, son provocados alevosamente, mientras que otros son situaciones que, persé, no están mal, pero la gente se encarga de malinterpretar.

Yo no entiendo a la pinche sociedad mocha en la que vivimos. El otro día fui a comprar unos condones a Wal-Mart y pooota madre... pinche gente se me quedaba viendo como si trajera un paquete de Ántrax-BETA en las manos.

Okay, tal vez una caja de 12 condones es un poco llamativa, pero no mames, en vez de ponerse alegres por uno, pinche gente lanza unas miradas de “hijo de Sodoma y Gomorra” que arden cuán lluvia de azufre incandescente.

Tal vez fue mi error ir a comprar condones a un lugar como tan congregado y con ambiente tan familiar como Wal-Mart (por eso lo que escribí al principio), pero ¡qué vergas!, vivimos en un país libre y creo que lo último por lo que la gente me pudiera juzgar es por traer en mis manos un producto que venden en la tienda.

• Yo no veo mal a las doñas que traen bolsas con jitomates.
• Tampoco veo feo a las pendejas que traen discos de RBD.
• Me valen treinta kilos de verga si un ‘ñor trae unos tampones.
• Así como a todos debería importarles una taparosca de Fanta si yo traigo unos condones.

Pero de’veras que es graciosa la manera en la que la gente se te queda viendo, hasta pelan los ojos para ver qué marca son, si son con textura o extra sensitive, si tienen sabores o si son color piel. No mamen, si quieren verlos a detalle pueden ir a la farmacia, ahí están todos, ¿por qué ponerle tanta atención al producto ya que alguien lo trae y va a pagarlo?

Los murmullos nunca faltan y generalmente son producto de exportación de las ‘ñoras de las cuatro-cinco décadas. “Mira a ese pecador”, “yo le encontré uno de’sos a mi’jo ¡Jesús María y José!” y el clásico de clásicos “debería darle vergüenza”. ¡Señoras!, po’si esa es la idea, quiero darle vergüenza a alguien, pero con la seguridad de que el producto de la vergüenza quede aislado de la caverna de los pelones.

Es normal que alguna chamaquilla en la mera edad de la punzada vean y suelten alguna mirada cochinota seguida de una risita... que mala suerte que no soy un Gobernador Precioso, porque me cae que hay unas morritas que no están nada despreciables... pero huelen a leche con emparo.

En el caso de los chamaquillos en la situación antes mencionada, lo más que hacen es soltar alguna mirada envidia porque según ellos, yo ya puedo comprar condones sin que me vean feo... todavía les falta un vergo por aprender y desarrollar.

Las que más risa me dan son las mamás, se te quedan viendo como si no supieran que es el sexo. Leydis, ¡no mamen!, ¿ven a la criatura increíblemente irritante que está chingue y chingue con que quiere un Transformer?, se llama “no usé condones” o Juanito.


Lo más cagado de todo este asunto es que yo compro condones nomás por tener, uno nunca sabe cuando tendrá suerte y sinceramente, prefiero estar preparado a enfrentarme a una situación embarazosa.

El destino de la gran mayoría de los globos que compro no es una fiesta, es esperar pacientemente hasta caducar o ser regalados a alguien con una vida sexual infinitamente menos patética a la mía (atención queridas tres lectoras).

A veces pienso que aguantar miraditas pendejas de personas con el cerebro percudido por su mochés nomás por tratar de estar preparado para algo que sólo sucede cada alineación de saturno no vale la pena (en serio, atención queridas tres lectoras).

-El Autor.

Ruvalcaba opina:

¿Qué te puedo decir cananai?, gracias por todo el varo que me he ahorrado en condones gracias a ti.