lunes, noviembre 20, 2006

Historia (idiota) de la vida real. #1


Pinches Taka-takas, están de la verga, lo sé, no es nada nuevo, pero cada día encuentro más y más elementos que lo reiteran.

Estaba el otro día con Mara y Ramón, a.k.a. el Catrín de Lavandín por ahí de los rumbos de Insur-people (o sea, Insurgentes), cuando la ambrosia nos atacó de putazo a los tres.



Mara: Qué pedo arrabal, vamos a tragar algo ¿no?

Deavid: ¡Nel!

Mara: Ya, no seas pinchi mamón vamos a tragar algo.

Deavid: Traga pincho.

Catrín: ¡Jajajaja!

Deavid: No se ría, que el que se ríe se lleva.

Mara: No, ya en serio, ya me anda chingando la solitaria, vamos a tragar algo.

Deavid: ¿Algo como qué?

Mara: Pues no sé, algo... ¡algo!

Deavid: Órale, vamos a Mikasa.

Catrín: ¡Sí, a huevo! Mikasa rulea.



Mikasa, para el que no lo sepa, es una especie de Seven-eleven japonés donde venden chingaderas japonesas para un público (¡adivinaste!) japonés. Entre los productos que uno puede encontrar ahí, hay deliciosas frituras sabor anchoa (con pequeñas anchoas secas) y Cheetos sabor plátano (es verdad), también hay varios ingredientes para comida japonesa a la venta, como tofú y esas cebollas largotas que - no - se - cómo - se - llaman pero que parecen cebollas cambray ‘godizillizadas’.

Obviamente hay un ala de productos Otakus, donde venden figuritas de Naruto, Mazinger-Z y no-se-porqué, de Puka, que, hasta donde me quedé, es coreana.

Lo que sí no puedo negar, es el sushi de Mikasa es poca madre. Está bien servido, es fresco, hay variedad y no hay sabores pedorros como en Sushi-Ito o Mister Sushi, además, el precio es bastante accesible.

Mara, el Catrín y yo coincidimos en que era buena idea ir a tragar a Mikasa, así que nos encaminamos.



Mara: Ya tengo hambre.

Deavid: Ya lo dijiste.

Catrín: No mames, ahorita vamos a ver las figuras ¿no?

Mara: Sí, vamos a ver las figuras.

Deavid: (en sus adentros) Sí, a huevo. (a Mara y al Catrín) Ya crezcan cabrones.



Ya en Mikasa, comenzó el desmadre; como a fin de cuentas el lugar es una pinche “tiendita de la esquina” pero japonesa, no está adecuada al ciento por ciento para comer ahí, no obstante, hay unas sillas de jardín en, lo que supongo era, el estacionamiento, dichas sillas siempre están ocupadas por Otakus que creen ser más taka-takas por comer sushi y por oficinistas que no quieren regresar a su oficina; esto obliga que la gente que tiene antojo de sushi se chingue y coma parada, o espere a que alguien se digne a irse a chingar a su madre.



Mara: (mientras elige qué comer) No mames, ya no tiene tehuelo-tumono.

Deavid: ¿Juat?

Mara: Que ya no tienen el pollo con salsa que me gusta.

Deavid: ¿Y por qué no le dices pollo con salsa?

Mara: Es que me siento más japonesa cuando lo llamo por su nombre.

Deavid: No mames... lo único japonés que tienes es un parecido con algún Pokémon.

Mara: Chinga tu madre pinchi arrabal.

Deavid: ¡Já! A ver... vamos a ver... yo quiero un California (busca entre los sushis) ¡verga! Ya no hay California...



Cabe mencionar que la comida en Mikasa se termina con una velocidad impresionante, no sé si es porque la comunidad japonesa es más cuantiosa de lo que mi limitada mente cree, o si de plano porque todos los Otakus pedorros que solían ir a Rockotitlán y que ahora se la viven en las Arcades de La Glorieta de Insurgentes, vienen a comer aquí (razón más probable), pero el punto es que si uno llega pasadas las 3:00 sólo encontrará campechana, entiéndase, sobras.



Deavid: Pues ya ni pedo, me chingo un arroz con pollo y unos rollos de queso.

Catrín: ¿Ya agarraron su comida?

Mara: Sipo ¿tú?

Catrín: Sí, miren, agarré el último California.

Deavid: (a sí mismo) Pinche vida predecible...



Ya cuando íbamos a pagar, a Mara se le ocurrió comprar un pastelito - extraño - como - de - nata - con - queso - taka - taka, la neta no sé de qué sea, pero sabe bastante bien, el Catrín no se quedó atrás y compró unos caramelos que en la envoltura trae a unos niños sonrientes; esto no es garantía, las frituras de anchoas y los Cheetos de plátano también tienen niños sonrientes.

Yo me quería quedar atrás, no mames, yo también me quiero sentir otaku de closet, a huevo, pero la neta el pastelito ese está un poco empalagoso, y como antes mencioné, los caramelos y botanas con niños sonrientes no son ninguna garantía, así que, mientras buscaba algo taka qué consumir llegué al refrigerador donde guardan los chescos, y ahí lo vi.


Té verde.



En mí muy pendeja mente pensé:

“Ad ovum, los tés Arizona sabor verde están de huevos, seguramente uno taka ha de ser acá, más ‘tru’ (de true o sea verdadero), además, cuesta 40 varos, no mames, seguramente tras tomártelo y hacer la kata correcta te conviertes en, de jodido, Ultra-Seven o hasta en Ultra-Man”.



Mara: ¿Qué es eso arrabal?

Deavid: Té-verude-taka-taka-desu.

Catrín: ¡No mames!, ¿Cuarenta varos?

Mara: ¡A caray! ¿Pus’ qué?, ¿coge?

Deavid: Par de pendejos.



Pagamos la cuenta y, fuera de que lo mío salió en casi cien varos (por el té), todo estaba de huevos, no obstante, ya que me había pagado, la duda me asaltó:


“¿Y si no sabe tan bueno?, no, no mames, TIENE que estar bueno, ¡cabrón!, costó cuarenta varos, eso es garantía de que estará súper chingón; ahora que... mi Nintendo 64 me costó como 3,000 varos y fue una chingadera... el precio no es garantía... pero no, no puede ser, los japoneses hacen pura chingonería... ¡un momento!, el Nintendo 64 era japonés... ¡demonios! Chale, ojalá que ya de perdis me pueda convertir en Ultra-Seven”.


Mientras comíamos, mi duda creció, pero como buen ególatra que soy, no lo quería demostrar, sin embargo, mis acompañantes me conocen y sabían que estaba dudoso de la consistencia, sabor, en incluso, nivel tóxico del brebaje que había adquirido.



Mara: ¿Qué pedo Arrabal? ¿No les va a entrar a tu té de cuarenta varos?

Deavid: (con la boca seca por el arroz) No tengo sed.

Catrín: Ya, no seas puto y éntrale.

Deavid: No es que sea puto, es que en serio, no tengo sed.

Mara: Ajá.

Catrín: No mames, si hasta tienes la lengua blanca.

Deavid: ¿Qué me andas viendo la lengua pinche joto?

Catrín: ¡Jajajaja! Ya, no mames, ni que te fueras a envenenar.



En ese momento que cayó el veinte: ¿y si lo que compre era veneno? No mames, yo no sé japonés, y con eso de que los nipones están, culturalmente hablando, tan avanzados que parecen locos.... igual y ponen el veneno para lagartos gigantes en los refrigeradores de refrescos.

Observé la botella y vi que el logo era una gotita feliz, que, bajo la premisa de las botanas de pescado y banano, era un mal augurio, pero me tranquilicé cuando leí en la etiqueta: “Té verde, producto importado por fulanitos S.A.”



Deavid: Okey, ya, no la hagamos de emoción, veamos a qué sabe este té (le da un trago a la botella) ¡No mames, está poca madre! Son los cuarenta pesos que mejor he gastado en mi vida.

Catrín: Sabe a cagada ¿verdad?

Deavid: Sí, voy por una coca.



-El Autor.

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